Fotografía de Sara Von Hammersmark. |
Los ejemplos de grandes escritores que podrían atestiguar esta teoría son incontables. Sólo mencionaré a Cervantes y su escritura de El Quijote. En la génesis de esa novela notable se une la celda física y el tormento del alma. Con esos ingredientes, celda y tormento, Cervantes guisó y aderezó el caballero loco que huye de su casa a los anchos campos de Castilla y la emprende a lanzadas contra molinos, rebaños y curas. Es posible que Cervantes fuera plenamente consciente de lo que estaba escribiendo y es posible que no; lo que es seguro es que Don Quijote surgió de la adversidad, de la insatisfacción. De la cárcel y de su duro lecho. El propio Cervantes lo confiesa en el prólogo a El Quijote: «Y así, ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?». Litera dura. Literatura.
Claro que no es recomendable ni creo que compense padecer tanto a cambio de ser un buen escritor, al margen de que una cosa no garantiza la otra. Estoy seguro de que Cervantes habría perdonado la gloria futura por el contento presente. No estoy recomendando nada, sólo exponiendo hechos. El día en que todos descansemos en mullidos colchones, veremos qué otra excusa nos procuramos para escribir bien. Ya se nos ocurrirá algo.
Claro que no es recomendable ni creo que compense padecer tanto a cambio de ser un buen escritor, al margen de que una cosa no garantiza la otra. Estoy seguro de que Cervantes habría perdonado la gloria futura por el contento presente. No estoy recomendando nada, sólo exponiendo hechos. El día en que todos descansemos en mullidos colchones, veremos qué otra excusa nos procuramos para escribir bien. Ya se nos ocurrirá algo.