Es extraño cómo la noticia de su fallecimiento ha tenido menos repercusión en los medios que la publicación de su segunda novela, Ve y pon un centinela, que aún no he leído.
Me enteré de su muerte por casualidad. Estábamos en un taller literario hablando de los escritores sureños de Estados Unidos y surgió su nombre entre los de Steinbeck, Faulkner, Flannery O'Connor e incluso Truman Capote.
“Y Harper Lee —dije—, una escritora que era sureña; perdón, que es sureña, porque todavía vive”. “No —me dijo el compañero de al lado—, murió hace poco”. Efectivamente, me apresuré a comprobarlo. Murió. Matar un ruiseñor. Toda una vida para escribir una de las mejores novelas del sur.
Descansa en paz, Scout. Te lloramos.
Descansa en paz, Scout. Te lloramos.
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