26 noviembre 2018

No, ahora en serio: ¿Para qué sirve la literatura?

El 28 de julio de 2017 publiqué en este blog una entrada bajo el título de Pregunta trampa: ¿Para qué sirve la literatura? Por lo que recuerdo, en ella apenas si utilicé citas de autores a favor de mi causa. Solté mis opiniones confiando sólo en lo que el lector y yo pudiéramos tener en común a la hora de juzgar las cosas. 
Desde entonces he recopilado, en lecturas o audiciones al azar, argumentos de medios o personas consagradas por la generalidad, clásicas o contemporáneas, que apoyaran, anticiparan o coincidieran con las tesis que en esa entrada sostenía. Argumentos de autoridad. No es bueno abusar de ese tipo de argumento, pero unos cuantos condimentan bien los guisos. Y me he encontrado con buenos aliados que no sabía que lo eran o que me sonaban pero no había tenido en cuenta. Puesto que en la entrada de la que hablo no usé ningún argumento de autoridad, saturaré de ellos esta secuela para compensar.
En De profundis (1897), Oscar Wilde le escribe a su antiguo amante:
«Solía decirte —lo recuerdas, ¿verdad?— que detestaba que me considerases una persona “útil”, que ningún artista desea que le consideren ni le traten así; porque los artistas, como el arte mismo, son por su naturaleza esencialmente inútiles».
Unas páginas antes, Wilde cuestiona retóricamente que «lo perfecto [haya] de tener alguna utilidad», esta vez hablando de la infancia, siempre tan vinculada a la creatividad, el arte y la belleza.